Hay una antigua historia que es básicamente cierta: Los
carruajes romanos eran construidos para igualar el ancho de los caminos que los
carruajes de guerra habían dejado. Los
carruajes eran medidos para acomodarse al ancho de dos caballos grandes. Los caminos a través del vasto imperio romano
fueron construidos para cumplir con esas especificaciones. Cuando los romanos marcharon a Inglaterra,
los caminos fueron construidos con ese ancho.
Cuando los ingleses empezaron a construir sus vías y las vías del tren
el ancho se mantuvo igual. Los ingleses
construyeron las vías del tren en América usando las dimensiones a las que
estaban acostumbrados.
Hagamos un paso rápido en el tiempo hasta el transbordador espacial. Los dos grandes tanques de
combustible que lo flanquean en su despegue fueron enviados por ferrocarril, y
para ser transportados fueron diseñados para tener el mismo ancho. Un asunto de suma importancia en el diseño de
lo que podría decirse que es el más avanzado sistema de transportación mundial
fue determinado hace más de dos mil años por el ancho de dos caballos. Más o menos, esto es un ejemplo de como el
conocimiento puede crear restricciones, ganar impulso, y con el tiempo
endurecer, convirtiéndose en cosas inmutables.
Mucho de los que “sabemos” lo sabemos porque alguien más nos
dijo que así era. El conocimiento pasa
de mano en mano con las generaciones, se hereda, es en cierto sentido, “de
todos los demás”, sin embargo a menudo terminamos viviendo dentro de sus parámetros. Nosotros filtramos lo que aprendemos con la
experiencia, con el lenguaje, las tradiciones.
La información que tiene la fuerza de la historia o la ciencia detrás de
ella (o solo la fuerza de los hábitos), pero no encaja con nuestro marco de
referencia existente, pasa por un tiempo considerable para ser observado,
escuchado, aceptado. Agregue a eso la noción
de que esos marcos de referencia tienen correlación, que sesgan aún más nuestra
visión de las cosas. Lo que rechazamos y
lo que aceptamos, en retrospectiva, a menudo parece un poco extraño. Algo nos
mantiene en estas pequeñas áreas de lo que ya
sabemos, lo llamamos el mito de tres partes de "es, debido a que, y
yo".
- · El primer componente del mito es la noción de "es", lo que implica que hay un mundo "fijo" por ahí con una existencia totalmente independiente a nosotros (que nos da la perspectiva del espectador y no la de jugador activo en el juego). A menudo damos por sentado que las cosas son de una manera en particular, sólidas, fijas, algo a lo que tenemos que ajustarnos. Llegamos a restringirnos y limitarnos a lo que la realidad nos permite- las cosas son justo “de la manera que son”.
- · “Debido a que” es el segundo componente. Este nos puede mantener atrapados en un modelo de “causa y efecto” (y pensar que es el único modelo posible). Sin embargo, nuestras acciones no siempre son causadas por algo, o como un efecto de algo, sino que se correlacionan a –o en un movimiento rítmico con- la forma específica en que el mundo se nos presenta. Reconociendo esto, nos salimos fuera del mundo de causa y efecto, dándonos acceso a nosotros mismos fuera de esta espiral.
- · Al final, está el componente “yo”, que se refiere a quien pensamos que somos (es algo en lo que nos podemos quedar atascados, porque lo confundimos con quienes somos en realidad). Quien consideramos que somos nos llegó esencialmente por default. Nosotros vamos modelando nuestra forma de ser a partir de una serie de decisiones y reacciones (apropiadas, tal vez, en alguna situación)- pero esencialmente construido de una serie de cosas que aprendemos (conscientemente o no) atreves de los fracasos y aciertos.
Cuando nuestra relación con el mundo vive dentro de este
mito de tres partes, nos quedamos en el reino de la descripción antes de los
hechos, análisis, explicación – en otras palabras, en el efecto de algo. Nuestras
opciones son solo el poder arreglar, resistir, cambiar, etc. Y no tenemos acceso a la armadura completa de
un ser humano – sin poder, sin acceso a avanzar.
Antes de que podamos desmantelar este mito, tenemos que
reconocer que opera en nosotros. Si nos
detenemos y observamos (como hemos sido, que es lo que decimos, etc.), podemos
ver que venimos de un lugar en particular que nos da el conjunto de resultados
que estamos obteniendo. Por ejemplo, si
alguien nos dice que algo es posible, y contestamos “que ya lo tratamos antes y
que no es posible”, en nuestro marco existente es probable que pase lo que pase
“no funcione y nunca vaya a funcionar”, con todo lo que ello implica. El poder observar nuestro marco operativo es
como ver desde fuera lo que hacemos. Al
reconocer estos marcos podemos cambiarlos.
–Cuando Einstein se dio cuenta, por ejemplo, que la materia y la energía,
el tiempo y el espacio no son entes separados, sino parte de un todo, el
conocimiento se transformó. El viejo
conocimiento tomo un nuevo significado.
Los avances no ocurren por nuevos hechos, sino por la forma diferente en
el que el universo es observado. Se
requiere ir mas allá de las cosas que figuran, mas allá de lo razonable, más allá
del dominio de lo que nosotros “sabemos”.
Symborska, un poeta y laureado premio nobel, dijo: “Cualquier
cosa que sea posible, nace de un continuo “Yo no sé”. Es por ello que valoro tanto esa pequeña
frase. Es corta, pero vuela con sorprendentes alas. Expande nuestras vidas incluyendo interior y
exterior. Si Isaac Newton nunca se hubiera
dicho así mismo “Yo no sé”, las manzanas que cayeron a su alrededor en su
huerto solo hubieran sido como granizo en el suelo y en el mejor de los casos
solo las hubiera tomado y mordido hasta devorarlas con gusto. Si Madame Curie nunca se hubiera dicho “Yo no
sé”, ella probablemente hubiera terminado ensenando química en una escuela
secundaria.
Como sostenemos las cosas –nuestro contexto, nuestro marco –
establece los valores, limitaciones y dirección en nuestra vida diaria. Esto impone en el mundo externo nuestra versión
de la realidad. Puede tomar un largo
tiempo cambiar nuestro contexto – ya sean personal o aquel que envuelve a
nuestras relaciones, nuestras tradiciones establecidas o la cultura de una
empresa. No porque se necesite mucho
tiempo para lograr un cambio, sino porque lo hacemos en base a nuestro nivel de
“contenido”. Al lidiar con el contenido,
estamos extendiendo el mundo en lugar de crear nuevas posibilidades en el
mundo. No podemos lidiar con el contexto
con las mismas herramientas que usamos para lidiar con el contenido. Cuando las cosas no están funcionando o
queremos un avance, es el contexto, no el contenido lo que tenemos que usar
para cambiar el juego.
Manejar las cosas en un nivel contextual nos pone
enteramente en otro nivel de efectividad y creatividad, y requiere un grupo
diferente de herramientas. Adquirimos opinión
acerca de los contextos de dónde venimos, los marcos antiguos dejan de definir quiénes
somos. No es que escapemos de ellos – más bien nos escapamos de pensar en forma
automática, y solo por un reflejo. Una
vez que hemos hecho esta distinción entre la forma en que vemos las cosas y quiénes
somos, lo que observamos se convierte en una función de los que somos. Nada es más emocionante que ver al mundo en
otra forma, porque no solo vemos una cosa – vemos todo de una manera nueva. Lo que previamente era inimaginable se
convierte en posible.
*Adaptado del
libro “Lo temporal se vuelve permanente” de Kevin Kelly